El tratamiento para el cáncer de un menor exige la presencia permanente de sus padres, por lo que muchos son despedidos de sus empleos. Una asociación busca reformar la ley para ayudarlos. Kenji se disfraza y visita a los pequeños para alegrarles el día.
El bebé de Jorge y Karen tenía apenas dos meses de vida cuando le detectaron cáncer en el riñón. Era un viernes de 2015 cuando ingresó al hospital y les dieron pocas esperanzas de que llegara al lunes. La pareja no tuvo tiempo de caer en shock: el pequeño Nicolás tuvo que ser ingresado a terapia intensiva donde estuvo una semana. Jorge y Karen hicieron guardias las 24 horas durante esos días y los siguientes en la recuperación, por lo que Jorge tuvo que faltar durante un mes a su empleo y fue despedido. “En la vida hay prioridades, y si tu prioridad es tu familia, ve con ellos pero yo no te voy a solventar un salario que no estás devengando”, le dijo su exempleador.
Jorge tomó su decisión. Después de la cirugía para extirpar el tumor y el riñón, y después de la recuperación, vinieron las quimioterapias para Nicolás. Una vez por mes con una duración de cinco días que, si algo se complicaba, se llegaban a extender hasta una semana o dos, según cuenta Jorge Estrada a Animal Político. En esos periodos –que en total llegaron a nueve meses- los padres estaban obligados por protocolo a permanecer el día entero en el Instituto Nacional de Pediatría al pendiente de su hijo, ya que ningún otro familiar está autorizado para reemplazarlos. Esto les impidió realizar cualquier actividad productiva y atender cualquier otro aspecto de sus vidas.
Nicolás fue dado de alta y aunque vive sin un riñón, los médicos dijeron que puede hacer su vida normal, pero la de sus padres no ha vuelto a la normalidad todavía. Sin ingresos y con gastos que no paraban, Jorge y Karen adquirieron deudas que dos años y medio después siguen pagando. La notaría en que Jorge laboraba calificó su despido como justificado por las ausencias, así que no le pagó una liquidación, y a la fecha no ha logrado reincorporarse al empleo formal. Ha tocado puertas y mientras una se abre, ha vendido autos y hace gestiones de manera independiente.
“Sonaría fácil decir que se curó tu hijo y ya, pero la verdad es que no, esta enfermedad te destruye o te une, te hace más fuerte. Nosotros hemos tratado de sacarle lo positivo a todo esto: está vivo, estamos unidos, no hay trabajo y no hay dinero pero aquí estamos. Ojalá las cosas hubieran sido diferentes, ojalá me hubieran dado de baja temporal del trabajo. Incluso cuando ya había pasado todo busqué de nuevo al notario y le pedí una oportunidad de estar de nuevo con él y la negativa fue rotunda, ‘no, tú elegiste’”, cuenta el abogado.
El cáncer infantil es la principal causa de muerte por enfermedad en mexicanos entre 5 y 14 años de edad, de acuerdo con la secretaría de Salud federal. En el país hay aproximadamente 23 mil niños luchando contra el cáncer y cada año se registran cinco mil nuevos casos, de acuerdo con la dependencia. Sin embargo, la asociación civil Cáncer Warriors de México estima que son unos 9 mil 500 padres y madres los que actualmente corren riesgo de perder su empleo –como Jorge Estrada- por la enfermedad de sus hijos, considerando que muchos están desempleados o trabajan en el sector informal.
“Por un lado tienes la exigencia de la institución médica para que padre o madre acompañe al menor mientras recibe tratamiento oncológico, pero por el otro lado no hay una cobertura legal – laboral que les permita a estos padres ausentarse, entonces se genera una laguna legal y se expone a estos padres a ser despedidos”, explica Kenji López, fundador de Cáncer Warriors de México.
Esta asociación fundada en 2015 para apoyar a niños con cáncer y sus familias, impulsa desde septiembre de 2015 una propuesta legislativa para reformar las leyes del Seguro Social, del Trabajo y del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores (ISSSTE) para que los padres que viven esta situación puedan acceder al beneficio de la incapacidad laboral con goce de salario parcial, igual que un trabajador que se enferma o se accidenta fuera del lugar de trabajo.
“Nos percatamos que los hospitales están llenos de papás ausentes de sus centros de trabajo, empezamos a entrevistarnos con ellos y nos dijeron que efectivamente su situación laboral estaba cambiando, no a partir del diagnóstico sino del tratamiento. Algunos tenían licencias de trabajo y otros ya lo habían perdido”, explica el abogado y fundador de Cáncer Warriors, que actualmente apoya a 30 casos de padres despedidos por atender la enfermedad de sus hijos.